APELLIDO CORONADO: DE POZO ALCÓN A HUÉSCAR

La falta de trabajo, la miseria, el hambre, la explotación de manos de los poderosos siempre ha movido la inmigración en cualquier parte del mundo.

La falta de trabajo, la explotación de los poderosos, los altos impuestos y las revueltas que acontecían en su pueblo de origen, Pozo Alcón, en la provincia de Jaén, fueron los detonantes para que Francisco Coronado, natural de este pueblo y Anselma García, su mujer, natural del pueblo de Hinojares y vecina del mismo pueblo que su marido, decidieron, ya con una edad de más de cincuenta él y rondandolos ella, migrar hasta el pueblo de Huéscar, a menos de cien kilómetros del suyo y en la provincia de Granada.

La decisión, tomada concienzudamente, fue pensada sobre todo mirando por el porvenir de sus siete hijos, los mayores adolescentes ya y trabajadores del campo.

Francisco por su parte llevaba toda la vida trabajando de arriero.

A su llegada al pueblo de Huéscar se instalaron en una pequeña casa en la calle Morería. Casi de inmediato Francisco comenzó a trabajar de arriero, los hijos varones en el campo como jornaleros y las hijas mayores como criadas en las muchas casas de ricos pudientes que había en aquel lugar.

Francisco Coronado Romero supo, desde aquel mismo día en que llegó a Huéscar que, permanecería en él hasta el fin de sus días, supo también que en aquel pueblo nacerían sus nietos, bisnietos y hasta tataranietos.

Por aquellos primeros días de su llegada a Huéscar, una tarde tuvieron una visita inesperada en la casa, era el cura, el párroco de la iglesia de Santiago, a la que pertenecía la calle y la casa en la que habían comenzado a vivir.

El cura párroco interrogó a la familia sobre el casamiento de los padres y los bautismos de los hijos, todos producidos en Pozo Alcón, también interrogó el cura por la confirmación de los hijos, acto que ninguno de ellos había realizado en su pueblo de origen y que el cura aprovecho para administrarles y dejar constancia por escrito de ello así como registrar los nombres de los nuevos feligreses de la iglesia de Santiago.

Pocos años después, fue en aquella iglesia donde comenzaron a casarse los hijos de Francisco Coronado y Anselma García.

En mil ochocientos cincuenta y seis lo hacia su hijo José con María Colmena que tras el casamiento se fueron a vivir y trabajar a la zona del río Raigadas en la cara norte de la sierra de la Sagra.

Un par de años después que José, fue Josefa Coronado García, la que contraía matrimonio en la parroquia de Santiago, era la segunda de los hijos de Francisco y Anselma.

Tras este casamiento la familia Coronado García cambio de domicilio, apareciendo como vecinos de la calle El Ángel en mil ochocientos sesenta.

A pesar de este cambio de domicilio siguieron perteneciendo a dicha parroquia, donde a los veinticuatro años, Casimiro Ramón Coronado García, se casaba con María Josefa Fernández García, lo hacían el cinco de agosto de mil ochocientos sesenta y cuatro.

Como antes había hecho José, el hermano mayor de Ramón, él y María Josefa tras casarse fueron a vivir y trabajar a los campos entorno a la Sagra. Allí nacerían sus tres hijas, Salustiana Práxedes, Julia y Casimira Coronado Fernández, aunque las tres fueron bautizada en la parroquia de Santiago, donde también fueron confirmadas las tres el mismo día, años después.

Tres hijas que transmitirían el apellido el apellido Coronado a sus hijas e hijos.

Las hijas de Ramón Coronado, rompieron la tradición de la familia de celebrar los actos sacramentales en la iglesia de Santiago.

La primera en romper la tradición fue Salustiana Práxedes Coronado Fernández que, a los veinticuatro años y en la iglesia de Santa María, contraía matrimonio con Isidoro Giralte Sánchez Ahumada, cuatro años mayor que ella y viudo, era el veintidós de abril de mil ochocientos noventa y cuatro.

Antes de que acabara el siglo Práxedes Coronado había parido dos veces, aunque como en muchos otros casos ninguno de aquellos dos hijos sobrevivió mucho tiempo. Con el inicio del siglo veinte, el diez de junio de mil novecientos, Práxedes e Isidoro tenían su tercera hija a la que llamaron Feliciana Josefa.

En mil novecientos seis o mil novecientos siete, Práxedes volvía a parir un hijo, pero aquel parto fue mal, pocos días después del alumbramiento, madre e hijo perdían la vida.

Por lo que sólo una hija de Práxedes sería la encargada de portar el apellido que había llegado desde Pozo Alcón.

Feliciana Josefa Giralte Coronado se convirtió en la única portadora del apellido de su madre, y aunque ya no fuera visible se lo transmitió a sus siete hijos y a sus veinticinco nietos.

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